La abundancia de pinares en la Casa de Campo muestran la magnífica adaptación del pino piñonero al suelo arenoso y al clima seco y luminoso del parque.
Tanto los viejos ejemplares de porte majestuoso como las masas más compactas de las repoblaciones, con el verde intenso de sus copas, prestan al parque contrastes de formas y de tonos con el oscuro encinar o con los colores más cambiantes de las frondosas que llenan los sotos o siguen los cursos de los arroyos. En primavera en el contorno de las copas de los pinos, densas y verdes, destacan los nuevos brotes blanquecinos apuntando al cielo.
En otoño, tras las primeras lluvias, el suelo del pinar -aparentemente desnudo en buena parte- se cubre de un tapiz herbáceo entre el que pronto saldrán los cuerpos fructíferos de numerosos hongos, cuya búsqueda y recolección es una actividad que atrae a muchos aficionados.
Aunque difícilmente se encuentran ejemplares de más de 200 años de edad, la presencia de la especie, e incluso de sus formaciones, es ya antigua en el parque y ha dado lugar a algunos de sus topónimos más abundantes, estables y conocidos.
Así el Cuartel de los Pinos es una de las cinco zonas en que se divide el parque, añadida en 1848 a las cuatro que había; el Pinar de Siete Hermanas, citado en documentos antiguos, o el del Santo, los términos de Los Pinos, La Piñonera, caminos del Pinar Grande y del Pinar Chico, Plaza de los Pinos, Portillo de los Pinos, etc
De la buena adaptación de la especie dan también testimonio los notables ejemplares que pueden encontrarse. Uno de los mejores pinares es el Pinar Chico, formado por árboles grandes y sanos. También el Pinar de Siete Hermanas, próximo al lago, está constituido por ejemplares de más de 25 metros de altura. Otro pino notable por su porte y dimensiones, con 25 metros de talla y tronco de 4,5 metros de circunferencia a 1,30 metros del suelo, se encuentra en el camino del Santo. En las inmediaciones del Puente de las Garrapatas puede verse también un pinar muy viejo.